Miguel Ángel Sánchez tiene como objetivo profesional mejorar la eficiencia en el trabajo de aquellos con los que colabora.
Como formador imparte cursos orientados a futuros administrativos o directivos para que sepan desarrollar su carrera como un servicio al resto de la organización, aportando información adecuada y oportunamente.
Como asesor a empresas, aporto los conocimientos y herramientas que necesitan los administrativos y ayudo a los socios-directivos a analizar la información que genera el departamento de administración-contabilidad con la que adquieren un mejor conocimiento de su empresa y pueden tomar mejores decisiones.

jueves, 16 de agosto de 2012

Medalla de Plata

Hace cuatro años disfruté del mejor partido de baloncesto de todos los tiempos: La final olímpica en Pekín entre USA y España. Hubo acción, igualdad, canastas espectaculares, dudas hasta los últimos minutos, un marcador histórico para una final, polémica arbitral,... de todo. España perdió por once puntos, pero marcó más de cien.

Y los jugadores españoles dejaron claro que están al mismo nivel de los americanos, que no tienen nada de lo que avergonzarse. Se sintieron orgullosos de conseguir la medalla de Plata (hacía casi 25 años de la primera con Corbalán, Epi, Romay,...), pero dejaron claro que su objetivo era el Oro.

Muchos españoles, pensaron que aquello fue de casualidad, que pasaría otro cuarto de siglo hasta ver algo parecido en baloncesto, que es difícil que España destaque en algo. Pero se equivocaban. No es casualidad que nuestra selección lleve una década disputando finales (mundiales, europeos, olimpiadas) que muchas veces solo se deciden en los últimos segundos.

En los juegos de Londres disfrutamos la misma final olímpica: USA vs. España. Esta vez los americanos eran conscientes de que España les podía ganar y nos temían, que es más que decir que nos respetaban. Y me encuentro con que aquel partido histórico de hace cuatro años ya no es tan histórico, es algo que se puede repetir con cierta frecuencia y que, tarde o temprano, acabaremos ganado. Esta vez el partido no se decidió hasta los últimos segundos y la diferencia fue solo de seis puntos. El Oro olímpico está cada vez más cerca.

"¡Qué lastima!" fue lo que exclamó Pau Gasol en el banquillo al final del partido, el resto del equipo pensaba lo mismo. No estaban contentos con la Plata, querían el Oro y sabían que era posible.

Esa mentalidad es digna de alabar e imitar en cualquier aspecto de la vida. Es difícil conseguir un éxito (una medalla olímpica lo es) si uno no se marca grandes metas. Si sabemos que las dificultades de la vida muchas veces rebajan nuestras expectativas no tenemos más remedio que marcarnos grandes metas y creer en nosotros mismo hasta el final. Nada que valga la pena se consigue sin esfuerzo, trabajo, constancia. Aunque muchas veces además haga falta un poco de suerte.

¡Qué lastima! es lo que exclamo yo cuando no consigo lo que creo que merezco en mi vida profesional. Pero sigo esforzándome y si Dios quiere lo conseguiré.