Ya llevamos más de medio año con el nuevo Papa. Mucha fue la
expectación que creó al principio y algunos auguraban una auténtica “revolución”.
Esa expectación hizo que muchos “alejados” se acercaran a
escuchar atentamente el mensaje que salía del nuevo Jefe de Estado de la ciudad
del Vaticano. Por alejados me refiero a muchos no católicos, incluso no
cristianos. Pero también a muchos católicos que apenas viven la fe en navidad o
en la BBC (bodas, bautizos y comuniones).
Algunos amigos y conocidos me comentan que este Papa está
cambiando algunas cuestiones importantes de la Iglesia, “no como en los últimos
30 años”. En fin. El Papa y su mensaje no son nuevos. La Iglesia lleva más de
2000 años transmitiendo el mismo mensaje de amor a los demás, de
arrepentimiento por los pecados, de perdón y misericordia los unos con los
otros. Nada nuevo bajo el sol. Lo único nuevo es que algunos que antes no escuchaban,
ahora si lo hacen.
Es cierto que en 20 siglos la Iglesia ha pasado por etapas
oscuras y por divisiones. Pero la Iglesia de hoy, que sigue el rumbo marcado
por el último Concilio, es más fiel al Evangelio que la que quemaba brujas en
la hoguera o favorecía cruzadas. Me sorprende que esa fidelidad al Evangelio
sea percibida como una importante novedad por muchos. Supongo que será porque esos
muchos no conocían el mensaje de Cristo hasta ahora.
Un Ejemplo: algunos consideran una importante “modernización”,
el cambio de rumbo de la posición de la Iglesia con los homosexuales planteado
por el Papa Francisco. ¡Pobres ignorantes! En una extensa entrevista que el
Papa concedió al periodista jesuita Antonio Spadaro a finales de agosto, recordaba
que lo dicho sobre los homosexuales está en el Catecismo (para sorpresa de
algunos, recuerdo que dicho catecismo fue elaborado en los últimos 30 años).
Si, que la Iglesia no condene al homosexual no es ninguna novedad. En realidad
la Iglesia no condena a nadie. La misión de la Iglesia es precisamente lo contrario:
perdonar. Perdonar como expresión de amor. Cuando quisieron saber si Jesús animaba a apedrear a la
mujer adúltera, “Jesús dijo: Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no
peques más” (Juan 8, 11).
Pero Jesús pide que no pequemos. Porque Jesús rechaza el
pecado. La actitud de Jesús y el cristianismo hacia el pecado es de rechazo.
Pero hay misericordia y perdón hacia el pecador.
El Papa nos recuerda que la prioridad es transmitir el
mensaje de amor, perdón, conversión. Animar a las obras de misericordia, como
el buen samaritano. Estar cerca del que sufre y tiene necesidad material y
espiritual. Esta es la autentica "revolución cristiana". Los “alejados” muchas veces nos hacen perder el tiempo preguntándonos
por divorcios, homosexuales, machismos, preservativos…
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